La historia religiosa y la desdeñada experiencia de las mujeres en la clausura no son «un simple compartimiento de la Historia sino un factor omnipresente de la vida profana»[i].
Desmembrar la sociedad en «civil» y «religiosa», en «mujeres» y «hombres» y pretender adentrarse en los entresijos de la Historia solo fragmenta la llave del conocimiento en pedazos.
Además, ¿por qué ambicionar una explicación simplista de la evolución humana cuando no lo es?
El convento era un lugar de paso, un lugar de sociabilidad inevitable en el que convivía todo un círculo de personas, de las más humildes criadas a la aristocracia más selecta. Ofrecía una muestra ecléctica de la sociedad gaditana, la que vivía cada día entre los muros del convento de Santa María en compañía de nuestra protagonista.